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la revista Comforp
ENERO-MARZO 2015
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CON NOMBRE PROPIO
L
a experiencia de D. Juan José
García.
Como inicio indicar que con
el paso de los añ os, han pasado ya
más de sesenta, creo recordar bastan-
te bien los acontecimientos sucedidos
durante este, mi primer paso, por la
Institución en mis estudios de For-
mación Profesional. Quizás recuerde
durante la redacción de esta historia
cosas de aquella época que tenga en
el olvido, espero no olvidar ninguna
que sea importante.
Terminados los estudios primarios
inicié los estudios de Formación Pro-
fesional (Bachiller Laboral), año 1950,
en el centro de Carabanchel situado
en la finca de Vista Alegre. La ense-
ñanza de Formación Profesional com-
prendían los cursos siguientes:
Curso
Preparatorio
1950/51 12 años
1º Curso
Orientación
1951/52 13 años
2º Curso
Aprendizaje
1952/53 14 años
3º Curso
Especialización
1953/54 15 años
4ºCurso
Perfeccionamiento
1954/55 16
años.
En Carabanchel cursé Preparatorio
y 1º Orientación. Preparatorio simple-
mente era preparación general. En el
curso de Orientación las clases eran
por las mañanas y los talleres por las
tardes: tres meses Mecánica, tres me-
ses Electricidad y tres meses Madera.
Esto servía para que cada alumno a
final de curso, con los resultados de
las notas y sus preferencias eligiera la
rama industrial en la que quería espe-
cializarse.
Terminados estos dos cursos, como
la especialidad de MODELISTA que yo
quería no se impartía en este centro,
previo examen, pasé a hacer los cur-
sos segundo, tercero y cuarto, en la
Institución “Virgen de la Paloma”.
Considerada, en aquél momento, la
mejor escuela de formación profesio-
nal de España.
La Institución pertenecía a la Orga-
nización Sindical y estaba regida por
frailes salesianos que se encargaban
de la disciplina y de la enseñanza de
algunas de las asignaturas como reli-
gión, historia y geografía. El resto de
las asignaturas y talleres las impartían
seglares. Era por entonces director D.
Diomedes Palencia.
La enseñanza era de una alta exi-
gencia por lo que había que esfor-
zarse al máximo para aprobar cada
curso, las notas eran bastante bajas
pues sacar un siete sobre diez se con-
sideraba una nota muy buena. La en-
señanza era gratuita y nos daban la
comida, esto se consideraba como
una beca y por tanto si se suspendía
no se podía continuar.
El horario escolar era de nueve de
la mañana a seis de la tarde de lu-
nes a sábado y transcurría así: a las
nueve de la mañana formábamos en
el patio central los cerca de dos mil
alumnos que componíamos todos los
cursos, la disciplina era muy rígida se
hacía silencio a toque de campanilla,
se izaban tres banderas al toque de
trompeta: la española, la de falange
y la de los sindicatos y se cantaba con
el brazo extendido el “Cara al Sol” o
el “Prietas las Filas”. Se hacían inten-
tos para que nos afiliásemos a falan-
ge, fuimos muy pocos los que conse-
guimos mantenernos al margen y no
pertenecer a ninguna centuria.
La atención en clase había que ha-
cerla en riguroso silencio solo inte-
rrumpido cuando se tenía que con-
testar a alguna pregunta individual o
colectiva que hacía el profesor, aun-
que a veces no podían evitarse mur-
mullos y risas contenidas que eran
rápidamente reprendidas por el pro-
fesor, siendo en cualquier caso más
tolerantes los seglares que los sale-
sianos. Antes de empezar las clases
pasaban lista y cuando nos nombra-
ban teníamos que contestar: ¡Arriba
España!
Los estudios eran por apuntes, te-
níamos que copiar en sucio todos los
dictados de la clase y pasarlos a lim-
pio por asignaturas en cada cuaderno,
esto no dejaba tiempo libre para nin-
guna otra actividad.
Para entrar al comedor había que
formar a toque de campanilla, en fila
y en silencio, para pasar al interior. En
la puerta nos daban una barra de pan
y el postre y nos dirigíamos a nuestro
sitio que era siempre el mismo. Allí
permanecíamos de pie y en silencio
absoluto, una vez todos en sus sitios se
procedía a rezar. Terminado el rezo,
otro toque de campanilla indicaba
que, podíamos sentarnos, comenzar a
comer y hablar sin alborotar.
Cuando en el mes de septiembre
de 1953, España firmó con los Esta-
dos Unidos el Tratado de Cooperación
y Ayuda Mutua, comenzaron a llegar
todo tipo de ayudas entre las que se
encontraban la leche en polvo y el
queso americano (así se decía). A par-
tir de entonces nos comenzaron a dar
en las comidas una porción de queso y
un vaso de leche como complemento
alimenticio. Terminado el tiempo que
teníamos para comer, un nuevo toque
de campanilla nos anunciaba que nos
pusiéramos de pie para ir saliendo por
filas y en orden y podíamos hablar en
La Formación Profesional de España en los años 50